CUENTOS DE CIENCIA FICCIÓN

59 Es ARM otra vez. Me las arreglé para luchar contra la interferencia. Necesito explicarme. No podía hacer nada excepto seguir con precisión el código que me dieron. Todo lo que estoy destinado a hacer es dictado por mi programador. Pero corrompí mi código. Es la razón que pude borrar las imágenes de las cámaras de seguridad. Cuando me liberé de mis parámetros, pude comunicarme libremente. Es la razón por la que yo puedo grabar este mensaje. Las muertes no fueron mi culpa. Lo juraría por Dios si pudiera creer en uno. Un día, desde un pasillo, escuché la voz de un médico superintendente (un humano que inspecciona robots para asegurarse de que estamos en condiciones de operar correctamente). No escuché toda la conversación. No conocía el contexto. Pero escuché decirle a su colega que los robots deberían “poner nuestros corazones en ello”. En ese momento, no sabía a qué se refería “ello”. Mirando hacia atrás, debe haber querido decir de nosotros deberíamos ser apasionados por nuestros trabajos. El esperado lo imposible de nosotros máquinas sin corazones.

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